Las distancias son relativas. Y en el último siglo se han acortado considerablemente. Cuando pienso que hace 70 años nuestros abuelos viajaban en barco para ir al viejo continente (o para emigrar al nuevo). Unos pocos años después, durante la segunda guerra mundial, una travesía en avión entre Norteamérica y Sudamérica duraba un par de días, y antes de partir no sabían con precisión cuándo llegarían a destino... Bueno, eso puede pasar todavía hoy en día (y tengo experiencia al respecto), aunque en principio sí sabemos cuándo
deberíamos llegar.
Pero además de acortarse las distancias físicas, la comunicación diaria se hace más fácil también, incluso estando en distintos continentes. Si queremos, esa es la condición básica. No sólo es mucho más fácil llamar por teléfono (alguien se acuerda cuando había que contactar a la operadora para las llamadas internacionales?), también disponemos de email, mensajes instantáneos, llamadas con video y todo lo que nos ofrecen las computadoras hoy en día. Sólo hay que encontrar el tiempo para usar todos estos medios.
Un post de Gabriela me hacía pensar días atrás, que no conozco la caligrafía de muchos de mis amigos. No reconocería su letra si me llegase una carta. El correo ha quedado marginado con tanta tecnología al alcance de nuestras manos (o de las manos de los que tenemos suerte).
Pero de todas formas siempre hay paquetes y cartas que siguen cruzando el charco, de un lado para el otro, atravesando fronteras. En algunos casos demoran un par de semanas, diez días... supongo que por problemas en la logística de distribución. En otros casos, como el de estos pimientos frescos, menos de 5 días. Y a quién se le puede ocurrir mandar un paquete con pimientos frescos a la travesía del Atlántico?
A nuestra querida
Brigitte, por supuesto. Esa persona que llegó hasta Córdoba para encontrarnos hace un par de añitos... Se me pone la piel de gallina: qué año que fue ese Brigitte! Ella misma está por saltar el charco dentro de poquito con todos sus bártulos. El Café Creole cierra sus puertas, después de habernos enseñado durante estos últimos años incontables maravillas criollas, sabores y perfumes para nosotros desconocidos y exóticos. Pero seguramente Brigitte, nos seguirá contando sus descubrimientos, porque es una nómade incansable, que le gusta compartir; sabe como algunos, que esa es la sal de la vida.
Les aseguro que abrir ese sobre y sentir el aroma de los pimientos es una emoción inigualable también... Brigitte me dice que los pequeñitos se llaman "grain de café" (variedad de
capsicum chinense?) y los alargados son "pili-pili". Algunos están ya en el congelador, otros secandose para utilizar las semillas y los últimos aterrizarán pronto en la cazuela.
Las distancias son relativas, sí. Y estamos cerca de quienes queremos. Buen viaje Brigitte!
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