Termina la época de membrillos y no podía dejar pasar la oportunidad para preparar un par de dulces. Cómo decir que no, si en la feria el kilo de membrillo estaba a dos pesos? Más barato que peras y manzanas.
En casa, además del dulce de membrillo en pan, la
cotognata italiana o
carne de membrillo como lo llaman en Perú, una de las preparaciones clásicas con esta fruta ha sido el dulce de membrillo en cascos. Es más precisamente una confitura, con pedazos de fruta que después del proceso quedan transparentes y de un maravilloso color rubí... Si uno logra que el líquido que acompaña estos trocitos se gelatinice, se ha alcanzado el máximo.
DULCE DE MEMBRILLO EN CASCOS

1 kg membrillos
700 g azúcar blanca
Se lava muy bien la fruta y se la coloca entera en una cacerola con agua, de forma que quede cubierta. Se lleva a fuego y se cocina la fruta hasta que la carne esté blanda. No demasiado, debe tener firmeza todavía para que no se desarme en el resto de la cocción. Se pelan los membrillos y se les quitan las semillas. Se trocean más o menos del tamaño de un bocado. Yo corto un cuarto de fruta en tres gajos y cada gajo a su vez en tres.
Se pesa la fruta y se miden 700 g de azúcar por cada kilo de fruta. Con el azúcar se prepara un almíbar en el cual se vierten delicadamente los trozos de fruta. Se hace hervir a fuego bajo hasta que toma color. Para que la fruta quede bien confitada se repite la operación de hervir unos minutos hasta que queda transparente. No hay que revolver demasiado para que no se rompa.
Se envasa en frascos esterilizados.
Este dulce tiene un significado muy especial para mí. Mamá lo preparaba de maravilla. Le salía perfecto, inigualable. Y todavía debe quedar en la despensa alguno de los frascos que hizo ella.
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