Los sábados, en la
panadería Modelo cerca de casa, hay
bollitos de anís. Hornean una cantidad limitada, por eso papá suele encargar que le reserven algunos, así no nos quedamos sin. Después en casa se hace el reparto, unos para nosotros, otros para mis primos y tíos. Usualmente no quedan ni las migas. Pero hace un tiempito (bueno, fue en noviembre!), una de esas raras conjunciones astrales :D , entre ausentes e inapetentes (eso sí que es raro por acá) hizo que nos juntáramos con varios de estos bollitos que se estaban poniendo viejos y secando. No los íbamos a dejar abandonados a su suerte!
Una de las maneras clásicas para utilizar los restos de pan, es en el
budín de pan. Y esa fue la mejor forma que se nos ocurrió para aprovechar también el perfume de las semillas de anís. En lugar de pan viejo, usamos estos esponjosos bollitos:
El
budín de pan es el postre del ama de casa, de quien no quiere desperdiciar o tiene que cuidar la economía del hogar. En casa no lo hacíamos mucho, no porque no sobrase pan, si no porque lo poco que quedaba lo secábamos y molíamos en el mortero para tener pan rallado (ahora no sobra ni para eso, se lo roba todo Sandunga). Y la otra razón, más fuerte todavía, es que no es un postre adecuado en la casa de un
diabético. Pero claro, se hacían excepciones y algunas veces lo preparamos con mamá, pidiendo en la panadería pan del día anterior. Una de esas veces nos dieron una bolsa como para 10 budines! :O
Las variantes de este postre son tantas como permita la imaginación. Se pueden agregar pasas, manzanas u otras frutas, perfumar con especias a gusto, con licores, con café... Además de la receta básica de
pan remojado en leche, huevos y azúcar, se puede enriquecer con crema, como en la
receta de la mamá de Jeannette. O en época pos-navideña, usar
pan dulce como Mabel, con la opción de agregar leche condensada para una textura más compacta. O si lo queremos más aireado y ligero, podemos
batir las claras a nieve como Ciber. Para una textura suave se licuará el pan como en este
budín de Elvira al estilo brasileño.
Otra posibilidad es usar bizcochos de soletilla (
vainillas, melindres, savoiardi) como en el
pan de Calatrava de Dolita.
En la misma familia de postres que los
flanes y el budín de pan podemos ubicar la
zingarella de Nidia o la tarantella. Hay quienes, por sus nombres, les atribuyen un origen italiano, pero yo diría que no es así (o por lo menos en Italia no se los conoce con esos nombre). En fin, ya me fui por las ramas, así que a estos postres volveré en otra ocasión habiendo averiguado más datos sobre su origen. Por ahora anoto el budín que sirvió para rescatar los bollitos de anís.
BUDÍN DE BOLLITOS DE ANÍS
azúcar blanca
2 cdas. agua
3 bollitos de anís (~150 g)
1 l leche entera
100 g azúcar
4 huevos
1 cdas. licor de anís
Se prepara un caramelo, con muy poca agua. Cuando empieza a tomar color se lo vierte en la flanera y se lo distribuye por los bordes, con cuidado de no quemarse (tomar el molde con una agarradera). Se lo deja enfriar. No asustarse con los cracks repentinos del caramelo rajándose al enfriarse.
Se rompen los bollitos y se los pone en remojo con parte de la leche. Si queremos una textura más rústica, dejamos los trozos más bien enteros. Pero si queremos una textura lisa, casi como la de un flan, se puede procesar la mezcla hasta el punto deseado. El resto de la leche se mezcla con el azúcar y los huevos a penas batidos (sin hacer espuma). Se incorporan los bollitos humedecido y se mezcla bien. Se vierte en el molde acaramelado que se lleva a baño María en horno bajo por un par de horas o hasta que haya cuajado. Se deja de la noche a la mañana en la heladera y se desmolda.
Hidratar el pan con leche caliente, como señalan en varios de los links citados.
Y lo que empezó como bollito de anís terminó así:
A
Ciber que nos acompañará siempre.
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